sábado, 24 de junio de 2017

Tengo miedo, torero

Tengo Miedo ToreroTengo Miedo Torero by Pedro Lemebel
My rating: 5 of 5 stars

Tal vez la historia no sea muy original porque, no muy en el fondo, no es otra cosa que una historia de amor ("chica" sin mayor compromiso social se enamora de un revolucionario y lo ayuda indirectamente -y haciéndose la que no sabe- en la realización de un atentado). Además se trata de una historia de amor con rasgos telenoveleros y melodramáticos al mango. Pero hay varios elementos que juegan a favor de esta novela breve de Pedro Lemebel.

El primerísimo es la prosa retorcidamente poética, que llega a momentos épicos sin que esto implique huachafería. O más bien, en tanto se trata de una novela que coquetea constantemente con lo huachafo, las inflamadas licencias poéticas pasan como elementos perfectamente contextualizados.

El segundo es que la vida de la Loca del Frente y el personaje mismo están tan impecablemente descritos que los elementos estrafalarios (según la pluma de Lemebel, propios de la vida del homosexual latinoamericano) están envueltos en un ropaje real maravilloso que los termina de anclar en América Latina. Podrían traducirlo a mil idiomas y el aroma de nuestra región se colaría entre líneas, algo sumamente difícil de conseguir puesto que la "identidad latinoamericana" es algo en constante construcción y altamente variable. El personaje principal es entrañable en tanto que su humanidad tiene pinceladas de irrealidad exótica, y lo mismo sucede con Carlos, el muchacho revolucionario que le hace perder la cabeza a la Loca, y de quien tenemos el retrato a partir de la mirada de la protagonista. Hasta de los mismos Pinochet y su esposa, personajes que podrían completa y justificadamente haber sido retratados como bichos deleznables, uno termina descubriendo esa milésima de humanidad con la que uno puede identificarse.

En tercer lugar, la Loca tampoco es un personaje infalible y mucho menos inmaculado, aunque sus actos cuestionables están pasado por el tamiz de la belleza retórica. Tal vez Carlos se nos presente idealizado por el narrador, pero esto se justifica debido a que el narrador nos lo muestra a través de la voz de una persona que lo ama casi con locura. De hecho, la única vez que Carlos tiene voz propia es en la última página del libro, y la respuesta de la Loca solo sirve para regresarlo a la visión onírica que siempre hemos tenido de él.

Finalmente diré que en lo personal, hasta antes de leer este libro, nunca aposté por la existencia de una "literatura gay"; cuando mucho sí libros escritos por homosexuales. Pero lo específico de la narrativa y del tema de esta novela me ha hecho entender que, en efecto, existe una narrativa gay. Que no siempre esté bien lograda o que en la mayoría de los casos lo narrado no empate con la sensibilidad del tema (por ejemplo, nadie podría decir que "Brokeback Mountain" es una película gay, pero sí una película sobre homosexuales; lo mismo sucede con el cuento de Annie Proulx), es un asunto diferente.

Y aunque el final es bien ortodoxo, propio de telenovela mexicana (aunque del siglo XXI), digamos que se justifica dado la naturaleza del libro: melodrama gay con harto kitsch. Honestamente, qué bestia con lo bien que escribe Lemebel, por lo menos en "Tengo miedo, torero". Provoca buscar más libros de este autor chileno -quien es capaz de justificar su tremenda fama con tan solo 200 páginas-.


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