lunes, 10 de abril de 2017

La plaga de los vampiros adolescentes…

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OlfatoOlfato by Andrés Acosta
My rating: 3 of 5 stars

Empecé a leer este libro solo porque fue un regalo, y admito que lo hice con todos los prejuicios del mundo acerca de lo que sería una saga sobre vampiros adolescentes. Lamentablemente, varios prejuicios fueron temores confirmados, mas tampoco estuvo tan funesta la aventura. Se deja leer porque la prosa es amena, tiene sus aciertos aforísticos ("ambos hombres discutían como si hubiesen estado casados veinte años" es una frase Chandleriana al mango) y sus desaciertos también (como la "lengua de fuego que lamía el peldaño de la escalera"), pero no es totalmente un bodrio. No totalmente. Al final, atrapa a pesar de la patinada del capítulo 15 (no era necesario evidenciar lo evidente), y de la segunda parte toda está para una reescritura, de lo mala que quedó.

Sin embargo me quedo con algunos aportes, en especial los musicológicos en la manía de hermanar a Wagner con el Metal, explicar la naturaleza sobrenatural de ciertos acordes, y en el afan de hacer un paralelo entre la melomanía y la adicción a la sangre (sin la cual el vampiro protagonista moriría). Se agradece, además, que esta novela sea una demonstración de que se puede sobrevivir en literatura sin describir físicamente a los personajes (y de que tampoco es necesaria la descripción psicológica profunda si ya estamos viendo cómo son estos con aquello que hacen y dicen).

No estoy muy seguro, pero "Olfato" debe ser un ejemplo de la escritura moderna ligera de moda: los capítulos son cortos, a manera de cuentos breves, y tienen en sí mismos estructura aristotélica. Empiezan siempre recordando en qué quedó el anterior, y a lo largo del capítulo se repite la idea central que atraviesa la novela (ahora que lo pienso, es más o menos la estructura de varias óperas del ciclo del Anillo). Algunas deducciones no eran necesarias de ser evidenciadas, además insisto en que el capítulo 15 debería ser eliminado por bodrio, que la segunda parte debió ser reescrita, ynque debió explotarse mejor los paralelos musicales, que evidentemente es el fuerte del autor.

Punto bonus: es una clase práctica de Metal, con especificidades artísticas, catálogo de géneros y ubicación geográfica de los grupos.

En general, a uno le queda la sensación de haber estado leyendo el germen de un novelón venido a menos solo porque el autor quiso ajustarse a los términos comerciales de un género que, a mi edad, no termino de entender. Al menos no fue una novela romántica sino una de crecimiento, con un desesperado esfuerzo por ser el equivalente a una ópera wagneriana (si Wagner hubiese escrito de buen humor).

A diferencia de otros libros, sí me provocaría leer la secuela (que también me regalaron) y no terminé odiando al autor por hacerme perder mi tiempo (como me pasó con Foullet y Murakami). Y hasta la podría recomendar para quien no tiene nada mejor que hacer un domingo por la tarde.


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My rating: 2 of 5 stars
Está mejor lograda que la novela previa (Olfato), pero pierde mucho en originalidad y frescura, si se les compara. El protagonista está mejor delineado (mejor dicho, ya tiene una personalidad particular) aunque no se parece mucho a sí mismo de historias previas; en todo caso, se acerca más al cliché de adolescente. Los compañeros de equipo son impredescibles y los demás personajes parecen hechos al vuelo. Sigue notándose fisuras que, de tan evidentes, uno solo deja de preguntarse si no serán a propósito salvo porque de verdad arruinan el conjunto de la obra. Y, sin embargo, se deja leer y atrapa, que es lo mínimo que se pide a una novela. Me quedo con la comparación entre los ejércitos que toman una nación y las células malignas que se van reproduciendo en el cuerpo de una persona con cáncer, así como el avance del "virus" del vampirismo (que no llega a ser tal cual), junto con la entrada de los instrumentos durante la ejecución de una ópera o un musical de heavy metal.

Para una tarde de verano aburrida, vale la pena, más no para cualquier otra finalidad elevada que se le pueda achacar a la literatura.



Foto: Óscar Alarcón García

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